Podríamos decir que la convivencia es vivir en un mismo lugar con otras personas, sin embargo, (con)vivir no basta. Compartir un mismo espacio y tiempo implica pensar en los intereses no solo personales sino también en los de los demás, relacionarnos reconociendo y aceptando al otro desde las diferencias.
Para algunos no es un problema, resulta fácil y natural, pero a otros les puede costar un poco más, hasta parecer imposible. Lo cierto es que a veces vivir con otros no es tan fácil como parece, así de simple. Hay dos elementos que regulan y permiten el correcto funcionamiento de las relaciones: el reconocimiento y la consciencia.
Reconocimiento y consciencia
Con estos dos elementos no nos referimos a personas expertas en yoga, espirituales casi “elevadas”, ni que dominen los chakras. El reconocimiento y la consciencia hacen alusión a eso que permite relacionarnos desde las diferencias, no es nada más que entender al otro como un ser que tiene sus propias características, necesidades, gustos, miedos, pensamientos y atributos.
Relacionarme a partir de la diferencia, del reconocimiento consciente, es la clave para que la convivencia sea a positiva y no desde la defensa de mis propios intereses.
Tener en cuenta las necesidades de los demás quiere decir estar activo, adaptarse y ser receptivo frente a cosas que se interpongan ante lo que para cada quien es usual, evitando que el cambio se sienta como una amenaza. Es aquí en donde para muchos se torna difícil pues es más cómodo e implica menos esfuerzo pensar únicamente en lo propio.
Lo cierto es que en la actualidad nos hemos convertido en seres individualistas – quizás desde hace muchos años – olvidando que el individuo es un ser social y que la convivencia es uno de los pilares básicos y elementales de las relaciones humanas. Relacionarse es pensar en el bien común y entender que, así como hay cosas mías, también hay cosas nuestras.
Esto no quiere decir ni pretende negar la posibilidad de tener conflictos y discusiones, lo que cambia es la forma en cómo se entiende y se vive el desacuerdo, se requiere tener la mente abierta, ser tolerante y respetuoso con los demás.
¿Qué es la convivencia?
Podríamos decir que la convivencia es la capacidad de vivir junto a otros de manera pacífica, consensuando normas básicas y encontrando maneras de solucionar diferencias desde un terreno común que para todos genere algún beneficio.
Como todas las cosas en la vida, convivir implica un aprendizaje, sobretodo en cuanto a disposición, apertura, aceptación, tolerancia, empatía y escucha, poniendo en práctica la teoría de manera consciente, es decir, reconociendo nuestros comportamientos y sabiendo que tipo de relaciones son las que establecemos.
Consejos para una buena convivencia
- Respeta los espacios y la privacidad
- No olvides tener una buena comunicación cuando algo te molesta o cuando algo te gusta.
- Dale un espacio al cambio
- Permítase aprender del otro
- No juzgues a los demás, cada quién tiene motivos para hacer sus cosas
- Aprende a poner límites y a respetar el de los demás
- Respeta los espacios y tiempos
- Antes de actuar o decir algo, pregúntate si eso beneficia el espacio que habitas
Aunque todas las prácticas anteriores pueden favorecer una buena convivencia, la verdad es que la única manera de aprender a convivir es: conviviendo.
(Con)vivir no basta
Esta afirmación está basada principalmente en el reconocimiento de que somos seres sociales. Convivir es un factor del bienestar, interactuar constructivamente con los demás nos permite tener relaciones sanas con otros y con nosotros mismos.
Quizá muchos no estamos acostumbrados a pasar tanto tiempo en casa y por eso hoy más que nunca, por tu salud mental y por la de quienes te rodean es importante hacer hincapié en la importancia de adquirir y fortalecer valores que nos permitan convivir de manera pacífica, aprovechando el tiempo con los demás.
Recuerda que en Psicomente puedes encontrar un espacio donde expresarte, encontrar y construir herramientas que faciliten y propicien espacios de convivencia sana que promuevan el bienestar no solo individual sino social, colectivo.
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