La vida es una constante cambiante, lo que ayer estaba hoy quizás no, o no de la misma forma. Pensar en esto nos genera malestar pues nos sentimos amenazados por un futuro incierto. Es entonces cuando vale la pena preguntarnos ¿qué es realmente el cambio? ¿por qué generamos resistencia? ¿acaso duele? ¿qué implicaciones tiene? En este artículo de blog queremos sacarte de todas esas dudas para que te des cuenta que el problema no es el cambio, es el miedo.

El cambio es inherente a la condición humana. Lo reconocemos de primera mano en nuestras relaciones interpersonales, de pareja, amistad o familiares. Pero también cambian los pensamientos, las normas, los ideales que considerábamos inamovibles, la religión, la economía, la sociedad, el cuerpo, y la vida misma. Y es que si no hay cambio ¿cómo podríamos evolucionar? ¡Sería imposible!

¿Qué es realmente el cambio?

El cambio abarca todo movimiento o interacción que genera una transición de un estado a otro, supone un avance en la mayoría de veces, pero este no implica evolución siempre.

Esto implica desplazarse de un punto A a un punto B, teniendo en cuenta una serie de elementos, disposiciones o posibilidades para que el cambio sea considerado una evolución, por que lo cierto es que a veces no lo es.

Si vamos caminando por una calle y cruzamos hacia la que se encuentra en frente continuando por la misma dirección, podríamos decir que hubo un cambio más no una evolución. Claro, a no ser que la otra calle presente variables significativas en cuanto a las facilidades de transitar, tiempo de recorrido, entre otros.

Sea cual sea el caso o el resultado de la transición a lo que verdaderamente tememos es al esfuerzo que requiere el cambio, no al cambio en si mismo.

El cambio siempre implica un esfuerzo

Cuando hablamos de transición o cambio siempre pensamos en un proceso complicado, pues salir de la famosa zona de confort muchas veces nos desacomoda y es ese proceso de reacomodarnos el que requiere de un esfuerzo.

Esto es correcto, pues el cambio SIEMPRE implica un esfuerzo en algunas ocasiones físico y en todas psíquico. Implica movilizar energía para lidiar, relacionarse, interpretar, entender y manejar el cambio, por lo cual es visto como un proceso tedioso y desgastante.

Dependerá entonces de cada persona, la relación que instaure con la transición lo que determinara que tan ardua tarea fue, que se requirió en el proceso, que tan “duro”, doloroso, placentero, tranquilo o “fácil” fue este.

El problema no es el cambio, es el miedo

Es importante mencionar que el cambio en si no es el que genera malestar, sino la relación que cada persona tienen con lo que se encuentra en transición (cambiando), eso que se está movilizando.

El cambio entonces no es duro, difícil, fácil, tranquilo, es la relación que instauras o la forma en cómo percibes y te relacionas con él. Que implique un esfuerzo no quiere decir que este genere malestar, es la relación con él. Por eso termina siendo cuestión de elección ser feliz con las transiciones.

Lo anterior no quiere decir que el todo cambio es indoloro, fácil o armonioso. Esto implica un proceso, apertura, aceptación y disposición que se logra cambiando la forma de ver el cambio.

Somos cambio, la vida es cambio, y todo lo que nos rodea y hemos conocido es y será cambio. Por esta razón te invito a que cuando identifiques un cambio en tu vida, en ti o tu alrededor y lo sientas amenazador, complejo, doloroso o incómodo, intentes “cambiar” la relación y la forma de ver este suceso o transición en tu vida.

Es por esto que te recordamos que en Psicomente podemos ayudarte a buscar, identificar, construir y desarrollar formas para relacionarte con el cambio – el que sea que estés experimentando en tu vida – a partir del reconocimiento de que el problema no es el cambio, es el miedo.