¡El bullying siempre ha existido! ¡Ya no hay hombres de verdad! ¡Ahora todos son muy mimados! ¡Déjelos a ver si se hacen fuertes como uno!

Constantemente escucho esta clase de comentarios por parte de padres, jóvenes estudiantes tanto de colegio como universidades y, algo aún más alarmante, de profesores.

¿La razón? Porque no se tiene claro qué es el bullying. Este se ha confundido e interpretado como una agresión a otro, por las burlas, las discriminaciones, y las “charlas” pesadas.

A pesar de haber suficiente información disponible en el medio (bibliografía, talleres, charlas, etc.), esta no ha sido entendida por quienes realmente deberían tenerla presente.

Por lo general se desconoce cómo funciona, opera y se configura el bullying, qué autores hay responsables de este “fenómeno”, qué implicaciones hay y cómo realizar una intervención apropiada.

¿El bullying siempre ha existido? La respuesta simple es SÍ.

Siempre ha existido y existirá. Habrá siempre la diferencia de poder (a nivel individual o grupal). También siempre ha habido conductas o acciones reiterativas hacia alguien. Y, por último, estas acciones han generado algún tipo de malestar siempre. Pero, y entonces, ¿cuál es la razón por la que ahora se le da tanta importancia a este fenómeno?

La respuesta ganadora es: ¡redes sociales! ¿Redes sociales? Sí, redes sociales.

Las redes sociales y el internet han expandido este fenómeno rápida y masivamente. Para las instituciones es “fácil” controlar uno o varios eventos de bullying que se presenten dentro de la misma, ya que se puede intervenir de manera directa con el actor y la víctima; de tratarse de menores de edad habría una intervención con acompañamiento de los padres. Mientras que por medio del internet o de las redes sociales se hace un poco más complejo realizar una intervención efectiva. Esto porque no hay un control por parte de la difusión del contenido, se hace público y por ende visto por miles de usuarios en la red.

¿El bullying siempre es el mismo?

Ahora bien, el bullying es una palabra con una connotación negativa muy fuerte lo cual la hace una etiqueta dañina y es aquí donde con lupa y detenidamente deberían las instituciones (cualquiera que sea el tipo) identificar estos tres aspectos mencionados anteriormente.

 Desequilibrio de poder.

 Comportamiento reiterativo.

 Generador de malestar.

Así, una vez se identifiquen estos tres elementos se podrá realizar una intervención acorde a la situación. Más allá de etiquetarla, hay que comprenderla, entenderla e intervenirla. No caigamos en el constante error de etiquetar cada situación como bullying. Existen charlas bruscas entre amigos, conocidos, entre un grado y otro grado, también por parte de alumnos a docentes y viceversa. ¿Acaso tú nunca realizaste una broma un poco pesada? ¿Verdad que sí? Pero no se me mal entienda, darle un golpe o una golpiza a otra persona (compañero, profesor, conocido) no es bullying, es una agresión física. No es una charla, es una agresión y dependiendo del grado de esta misma las instituciones deben actuar conforme a esta, en algunos casos incluso la justicia debe intervenir.

Lo anterior es lo más importante a la hora de identificar si una situación puede ser catalogada o no como bullying, pero hay otros elementos que también son importantes.

Es necesario saber cuáles son los actores que configuran este fenómeno, ya que por lo general solo se nombran y se interviene con solo dos de ellos (víctima y victimario). Existen 8 actores cuando hablamos de bullying, y una intervención a partir del entendimiento de la configuración y articulación de cada uno de los 8 actores garantizará en mayor medida una exitosa intervención.

Por otro lado, es necesario también identificar qué tipo de bullying es, directo o indirecto y cómo puede ser catalogado este (físico, psicológico, sexual, verbal, social, ciberbullying)

Una vez se tengan identificados y entendidos todos estos elementos, la institución, empresa, universidad o entorno laboral, podrá disponer de los recursos necesarios para realizar una efectiva y eficaz intervención.

¿Qué puedes hacer tú como padre, como institución educativa o como individuo para evitar el bullying?

No hay una fórmula mágica para prevenirlo o evitarlo, pero sí una serie de acciones que tendrán un impacto positivo y minimizarán las posibilidades de ser víctima de bullying. Bríndale herramientas sociales a los jóvenes, enséñales a desenvolverse frente al público, frente a personas mayores que ellos. Fortalecer su autoestima es clave ya que, al reconocer sus capacidades, habilidades, falencias, miedos, virtudes, entre otros, las opiniones y acciones de posibles “acosadores” no tendrán tanto impacto en ellos.

Enséñales a decir no y a decir sí cuando sea necesario. No, no es sinónimo de debilidad, por el contrario, es muestra de carácter y fuerza. Enséñales a respetar las diferencias, nadie es igual, no hay nadie repetido, ni mejor ni peor, simplemente somos diversidad. Entender lo anterior será clave para evitar el bullying.